Mostrando entradas con la etiqueta ESTRATEGIA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ESTRATEGIA. Mostrar todas las entradas

SÍNTESIS DE LA BATALLA DE CANNAS

0 comentarios










La batalla de Cannas (o Cannæ) fue un enfrentamiento militar dentro de la Segunda Guerra púnica ocurrido el 2 de agosto del año 216 a. C. entre los ejércitos de Aníbal y Roma, comandas estas últimas por los cónsules Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo. La táctica empleada por Aníbal es hoy día un modelo clásico después de haber servido como inspiración al Estado mayor prusiano y alemán antes de la Primera Guerra Mundial.

Las fuerzas romanas contaban en la batalla con 75.000 soldados de infantería, 2.400 jinetes romanos y unos 4.000 jinetes aliados de caballería aliada. A estas fuerzas debían sumarse algo más de 10.000 soldados de infantería que no llegaron a intervenir en la batalla. Frente a esas fuerzas Anibal contaba con 46.000 soldados de infantería y 8.000 jinetes.

En esencia, la batalla de Cannas es un ejemplo de batalla que acepta el encuentro en un el centro que cede ante el avance del enemigo haciéndole meter en una especie de U mientras que los flancos se mantienen firmes aceptando el combate. En determinado momento, una de las alas acepta el combate cuando le es favorable para que una vez ha sido resuelto favorablemente pueda Transferir parte de sus efectivos al otro ala por detrás de la línea de combate. Una vez ambos flancos enemigos han sido derrotados las alas caen sobre la retaguardia del enemigo que queda embolsado.
En Cannas los ejércitos se desplegaron en una llanura. Los romanos con la infantería en el centro y la caballería en las alas, la romana en la izquierda y la aliada en la derecha. Aníbal colocó a su infantería también en la parte central de su despliegue pero con su centro avanzado hacia el despliegue romano a modo de arco colocando a galos e íberos mientras que a los flancos colocó a infantes libios. En las alas desplegó la caballería, la ligera númida a la derecha frente a la caballería de los aliados de Roma, y la pesada formada por jinetes galos e íberos a la izquierda, frente a la caballería romana.

El ataque fue comenzado por los romanos. El centro del despliegue cartaginés cedió ocupando las fuerzas romanas el espacio desalojado mientras que los flancos cartagineses se mantenían firmes.

La caballería cartaginesa de ambas alas ataca a la romana. Mientras la ligera númida es contenida, la pesada de galos e íberos derrota a la romana. Aníbal ordena que parte de esta fuerza ayude a la ligera númida trasladándose por detrás de la línea de la infantería cartaginesa, evitando así ser vista por el mando romano.
Los dos flacos de la infantería cartaginesa, compuesta por libios, no cedían al avance romano mientras sí lo hacía el centro de galos e íberos. De esta manera la infantería romana avanza formando una U que encaja en la U formada por la infantería de Aníbal.

La caballería romana es derrotada por la de Aníbal que cierra el espacio abierto de la U.

Las fuerzas romanas, completamente cercadas, son aniquiladas. Tito Livio cifra los caídos romanos en 50.000 y Plutarco en 70.000 en la que fue la mayor derrota de la historia de Roma. Los romanos perdieron en la batalla al cónsul Lucio Emilio Paulo, los dos cónsules precedentes, dos cuestores, veintinueve de los cuarenta y ocho tribunos militares y alrededor de ochenta de los 300 senadores. Al día siguiente, las fuerzas romanas que no habían intervenido en la batalla combatieron con los cartagineses siendo derrotados y sufriendo 2.000 muertos y 8.000 prisioneros. Los cartagineses tuvieron unos 6.000 muertos.

Tras esta victoria Aníbal no pudo o no se atrevió a conquistar Roma, invernando en Capua. Roma, temerosa del genio militar de Aníbal, le sometió a una guerra de desgaste y, más tarde, llevó el teatro de operaciones a tierras de Cartago. Aníbal abandonó a sus fuerzas en Italia para defender su patria amenazada y, por una de esas extrañas ironías que tiene la historia, los romanos le derrotaron en la Batalla de Zama, también llamada de Naraggara, el 19 octubre del 202 a.C., empleando la misma táctica que a tan alto precio habían aprendido en Cannas.

Gonzalo Antonio Gil del Águila
21/10/11

CONSIDERACIONES SOBRE LA OFENSIVA DEL TET Y SU INFLUENCIA EN LA OPINIÓN PÚBLICA ESTADOUNIDENSE

0 comentarios
Conocemos como ofensiva del Tet una operación militar de la Guerra de Vietnam que consistió en una ofensiva generalizada de las fuerzas del Ejército de Vietnam del Norte (EVN) y el Vietcong en 1968 contra las fuerzas aliadas del Ejército de Vietnam del Sur (ARNV), Estados Unidos y otras potencias occidentales, que comenzó el 31 de enero de 1968 aprovechando la celebración del año nuevo en el sur. Hasta ese momento el optimismo reinaba entre los Gobiernos aliados por lo favorable que para ellos parecía la marcha de las operaciones. Especialmente en Estados Unidos, el Gobierno y los mandos militares manifestaban reiteradamente que los comunistas no habían conseguido ganar una sola batalla y que iban a ser derrotados. Pero con la ofensiva del Tet la opinión pública occidental, que sentía una oposición creciente a la guerra, dejó de creer en la victoria al ver que 36 de las 44 capitales de provincia de Vietnam del sur y otras localidades menores eran ocupadas por fuerzas comunistas; que se combatía en Saigón, la capital; que la embajada estadounidense había sido asaltada; que se desarrollaban combates de gran envergadura alrededor de la base de Khe Sanh, cerca de la línea de demarcación entre el Sur y el Norte del país; y que se combatía duramente en Hué. Pero lo cierto es que la ofensiva del Tet, que no llegó a suponer un serio peligro para los aliados, acabó con una derrota militar comunista que, no obstante, fue interpretada de una manera distinta por los medios de comunicación occidentales y terminó influyendo decisivamente en la opinión públicas de sus países, sobre todo en Estados Unidos hasta hacerle abandonar el conflicto. Simplificando un poco puede decirse que los aliados vencieron a los comunistas en los campos de batalla pero que estos ganaron la guerra gracias a los medios de información occidentales y a su capacidad de influir para que la opinión de sus países repudiara de manera mayoritaria ese conflicto. Tras el abandono de sus aliados Vietnam del Sur sería derrotado y conquistado finalmente por Vietnam del Norte.

Los comunistas supieron confundir a la opinión occidental desde antes de la ofensiva del Tet con una campaña diplomática basada en una oferta de paz mientras concentraban en secreto sus fuerzas. La ofensiva cogería desprevenidos a los Gobiernos occidentales en una fecha en que muchos soldados del Ejército del Vietnam del Sur estaban de permiso por las festividades y la celebración de año nuevo permitiría que pasaran inadvertidos los movimientos de la “quinta columna” en territorio del sur. Es cierto que la Inteligencia aliada, y especialmente la CIA, intuyeron que algo iba a ocurrir, pero no fueron capaces de predecir su alcance.
En la Ofensiva Tet los aliados tuvieron más de 4.300 muertos (1.000 de ellos estadounidenses), 16.000 heridos y algo más de 1.000 desaparecidos. Los comunistas, que fueron completamente rechazados, vieron aniquilada su “quinta columna” en el sur, perdieron grandes cantidades de material y tuvieron entre 37.000 y 50.000 muertos. Desde un punto de vista estrictamente militar, la operación había terminado con un triunfo de los aliados. La situación guardaba cierto paralelismo con la ofensiva de las Ardenas de 1944: los alemanes atacaron por sorpresa cuando estaban cerca de la derrota buscando forzar una solución diplomática con los aliados occidentales. En ambos casos, los atacantes fracasaron militarmente pero la gran diferencia es que con la ofensiva del Tet la opinión pública occidental no creyó que hubiese una victoria aliada y pensaba que sus fuerzas llevaban a cabo una despiadada e inútil destrucción de Vietnam. En este sentido poco ayudaron declaraciones como las de un mando estadounidense que cuando explicó la destrucción de un tercio de Ben Tre dijo que "era necesario destruirla para salvarla". Evidentemente quería decir que hizo falta el uso de la artillería, y la consiguiente destrucción de la ciudad, para reconquistarla teniendo el menor número de bajas. Pero aquella desafortunada forma de expresarse horrorizó a la opinión pública y se convirtió en un símbolo del debate sobre los daños colaterales de la guerra. Y, para hacer más difícil aun la situación a los aliados, los comunistas volvieron a lanzar otra ofensiva en verano, aunque de menor envergadura, llamada del Mini Tet. No debe extrañar porque, a diferencia de lo ocurrido tras las Ardenas en 1944, los comunistas contaban con una retaguardia segura de la que llegaban equipamiento y recursos (la guerrilla comunista y Vietnam del Norte contaban con el apoyo de los países del bloque socialista y durante años de zonas santuario usados para la infiltración de sus fuerzas en Laos y Camboya y desde la frontera de la China popular).

Los civiles estadounidenses vieron la ofensiva de Tet como una derrota que desautorizaba las afirmaciones optimistas de sus militares y políticos y consideraron que las bajas mortales de su páis, unos 1000, como intolerables. La influencia de la opinión pública estadounidense se hizo mayormente contraria a la guerra y obligó a sus gobernantes a la retirada del conflicto. De esta manera, y por primera vez en la historia, una victoria militar en una campaña se convirtió en una derrota gracias a los medios de comunicación y a la opinión pública. ¿Quizás porque esa opinión pública quería una victoria rápida y contundente y no de notro tipo?
La principal preocupación de la casa Blanca no parecían ser los problemas militares si no su repercusión política. Jack Valenti, ayudante del presidente Johnson, comentó, hablando del presidente, que “cada mañana estaba al teléfono, con una diferencia de doce horas, comprobando las bajas del día anterior. ‘Sr. Presidente, perdimos 18 hombres ayer, Sr. Presiente perdimos 160 hombres, tuvimos 400 bajas', así una mañana tras otra". Especialmente impopular fue comprobar el alto porcentaje de bajas entre negros y pobres haciéndoles sentir como ciudadanos de segunda clase que sólo servían para aportar carne de cañón. En esa época, en los estados del Sur de Estados Unidos había cobrado fuerza el movimiento por los derechos civiles, el cual consideraba a la guerra de Vietnam como otra forma de opresión contra los negros. Martín Luther King Jr. dijo en 1967 que “las promesas de una gran sociedad han desaparecido en los campos de batalla de Vietnam. La persecución de esta guerra amplia ha estrechado las dimensiones prometidas de los programas de bienestar domésticos, ha hecho que el pobre, blanco o negro, soporte las cargas más pesadas tanto en el frente como en casa". Otro ejemplo de la oposición a la guerra es la letra de una canción muy popular de Joe McDonald que invitaba a los padres y madres a sacar a sus hijos de Vietnam “antes de que sea demasiado tarde” en la que, tras preguntarse “¿por qué estamos luchando?” se respondía “no me preguntéis, me importa un bledo”. Las manifestaciones en contra de la guerra congregaban a cada vez más participantes y algunos veteranos acudían a ellas con uniforme e incluso arrojaban sus medallas mientras los políticos eran presa del pánico. El 7 de febrero de 1968, pocas semanas después del comienzo de la ofensiva del Tet, el senador Robert Kennedy manifestó: "Dicen que el Viet Cong ya no es capaz de controlar las ciudades y probablemente sea cierto. Pero ellos han demostrado que a pesar de todos nuestros informes de avance, de fortaleza del gobierno y de la debilidad del enemigo, medio millón de soldados norteamericanos, con 700.000 aliados vietnamitas, con el dominio total por aire y mar, apoyados por los enormes recursos y las armas más modernas, somos incapaces de controlar incluso una sola ciudad de los ataques de un enemigo cuya fuerza total es aproximadamente de 250.000".

El general norvietnamita Giap, un excepcional militar, supo comprender las implicaciones políticas al expresar que "para nosotros no existe algo parecido a una única estrategia. La nuestra siempre es una síntesis, simultáneamente militar, política y diplomática, por esa razón, claramente, la Ofensiva Tet tenía múltiples objetivos".

El Tet había aniquilado la voluntad de combatir de la sociedad estadounidense y Henry Kissinger lo supo sintetizar: "En lo sucesivo, no importa lo efectiva que sea nuestra acción, la estrategia prevaleciente ya no puede conseguir sus objetivos dentro de un período dado ni dentro de los niveles de fuerza políticamente aceptables para el pueblo estadounidense".

Habiendo sido la primera vez que esto ocurrió, no podemos sustraernos a buscar comparaciones. Podemos encontrarla en la Batalla de Mogadiscio, también llamada del Mar Negro, que enfrentó fuerzas de los Estados Unidos y de la ONU contra guerrilleros somalíes de Mohamed Farrah Aidid en octubre de 1993. En esta operación, aun cuando los estadounidense lograron su objetivo de capturar a los jefes de la milicia, tuvieron 19 muertos y 79 heridos a los que se sumaron 3 muertos y 9 heridos de fuerzas de la ONU (Malasia y Pakistán) causando a los milicianos varios centenares de muertos y miles de heridos. El rechazo de la opinión pública estadounidenses ante las bajas impulsó el abandono de su misión en la zona y contribuyó a la inestabilidad que vive aun hoy día la zona.

Las comparaciones han sido inevitables desde la guerra de Vietnam. Sadam Hussein amenazó en 2003 con que atacar Iraq sería para los Estados Unidos una derrota como la de Vietnam. Cuando se preguntó a George W. Bush si el recrudecimiento de los atentados durante la campaña electoral iraquí de 2006 tenía algún parecido con la ofensiva del Tet respondió afirmativamente aunque la Casa Blanca se apresuró a decir que la comparación se reducía a la escalada en la actividad y no a la marcha de la guerra.

Gonzalo Antonio Gil del Águila
15/11/10

LA BATALLA DE LAS TERMÓPILAS

1 comentarios

Conocemos como Batalla de Las Termópilas el enfrentamiento que tuvo lugar en agosto o septiembre de -480, durante la segunda Guerra Médica, entre fuerzas griegas y persas en el paso de ese nombre. Termópilas significa Puertas Calientes por los manantiales de agua caliente que existían en la zona.

El ejército griego se componía de una fuerza superior a los 7.000 hombres, y tenía como misión bloquear el paso por Las Termópilas a los persas en su avance hacia la Grecia continental mientras la flota les bloqueaba en Artemisio.

Las fuerzas persas se estiman en unos 200.000 a 250.000 hombres. No está claro que todos ellos llegaran al paso y participaran en la batalla porque cabe que una parte se quedar a de guarnición en Macedonia y Tesalia, tras su paso desde Asia Menor, o fuese empelada para otros fines. Ctesias sugiere que fueron 80.000 los persas que cambatieron en las Termópilas.

A finales de agosto o a comienzos de septiembre, griegos y persas se enfrentaron. El paso era un angosto desfiladero que por uno de sus lados caía hacia el mar. Los griegos se hicieron fuertes aprovechando un pequeño muro no muy alto. La estrechez del lugar impedía a los persas hacer uso de su superioridad numérica y debían empeñarse en apretadas olas de combatientes contra los griegos. Estos, gracias a su superior armamento y técnica combativa, contuvieron el avance enemigo durante siete días, de los que tres fueron de combates, derrotando a la fuerza de élite persa, los llamados “Diez mil inmortales”.

Un lugareño llamado Efialtes mostró a los persas un camino que les permitía salvar el paso y caer sobre la retaguardia griega. Una vez que Leónidas, rey espartano y comandante de los griegos, supo que la situación estaba perdida, cubrió el repliegue de la mayor parte de las fuerzas griegas con los restos de sus “300” espartanos y de los 700 tespios, 400 tebanos y quizás algunos soldados más. Entre estos últimos quizás 1.000 focidios y 900 hilotas. Debe entenderse que de las fuerzas griegas que libraron la última parte de la batalla han de descontarse los caídos previamente, cuya cifra ignoramos. Lo más seguro es que la mayoría de quienes quedaron debieron morir en el combate subsiguiente.

Erróneamente se piensa que en la fase final de la batalla lucharon sólo “los 300” espartanos de Leónidas, lo que, como se ha señalado, es incorrecto. Esparta aportó a la campaña un contingente de entre 1000 y 1300 hombres. Diodoro dice que “Leónidas, cuando recibió el mandato, anunció que sólo un millar de hombres le acompañarían en la campaña” pero luego afirma que “había, por tanto, un millar de los lacedemonios, y con ellos trescientos espartiatas”. Hemos de considerar que los soldados aportados por los espartanos más allá de “los 300” debieron ser tropas auxiliares de lacedemonios y periecos, cuyo valor en combate, sin duda, era muy inferior al de los espartiatas.

La estrategia griega requería la contención terrestre en Las Termópilas y la naval en Artemisio. Tras la batalla de Las Termópilas, la flota griega se retiró a Salamina mientras los persas avanzaban por tierra atravesando Beocia y ocupando Atenas, previamente evacuada. Pero entonces, la flota griega derrotó a la persa en la decisiva batalla de Salamina. Aniquilada su flota, Jerjes, para evitar quedar atrapado en Grecia, se retiró a Asia. Pero dejó en Grecia al general Mardonio con un ejército que fue derrotado al año siguiente en la batalla terrestre de Platea, lo que puso fin a la invasión persa.

“Viajero, ve a Esparta y cuenta que aquí hemos muerto en obediencia a sus leyes” dicen las palabras del poeta Simónides en recuerdo de la gesta.

Gonzalo Antonio Gil del Águila
14/11/10

ACERCA DE LA BATALLA DE QADESH

1 comentarios
DETERMINACIÓN CRONOLÓGICA Y FUENTES

La Batalla de Qadesh (anteriormente conocida en el ámbito de lengua castellana como de Kadesh) es la primera batalla documentada que ha llegado hasta nosotros, la primera tras la que nos consta la redacción de un tratado de paz escrito y posiblemente la última de relevancia librada con tecnología de la Edad del Bronce. Se supone que tuvo lugar a finales de mayo del año 1274 a. C. aunque muchas son las dudas que existen sobre su fecha ya que se ha datado entre 1300 y 1213 a. C. Lo que sí está claro es que se trató de un combate en las inmediaciones de la ciudad de Qadesh, en la actual Siria, entre fuerzas de infantería y carros de guerra que enfrentó a las fuerzas egipcias del faraón Ramsés II a las hititas de Muwatallish. Parece ser que la batalla comenzó favorablemente para los hititas y que pudo terminar con un éxito egipcio, si bien con importantes bajas, o con la derrota egipcia, aunque no total, suponiendo, en todo caso, un empate con notables ventajas geoestratégicas para los hititas.

Los documentos contemporáneos que conocemos sobre la batalla son fuentes egipicas: el Poema de Pentaur, un relato en bajorrelieve de la batalla que se dice escrito por Ramsés II del que existen ocho copias; el Boletín de Guerra, siete copias en forma de bajorrelieve junto al poema; el tratado paz firmado tal vez varios años después de la batalla.

CONDICIONANTES POLÍTICOS Y GEOESTRATÉGICOS DE LA BATALLA

En la época, Siria era un país rico gracias a su producción alimenticia, especialmente de trigo, sus derechos aduaneros y por ser un paso obligado de mercancías tales como alimentos, cobre, estaño, herramientas, joyas, metales preciosos y productos de lujo, maderas, productos textiles, vidrio. El país hacía de puente entre el Egeo y Asia Menor a través del puerto de Ugarit, localidad que ha sido equiparada con la Venecia medieval, dependiendo de su tráfico el suministro a lugares tan remotos como pudieran ser las tierras de las actuales Afganistán e Irán.
Siria se había encontrado rodeada de grandes potencias. Egipto y Mittani, las dos más grandes en su momento, estaban en permanente conflicto desde que Mittani había arrebatado posesiones egipcias en Siria, pero concertaron una paz que evitase su desgaste en beneficio de terceros. Con posterioridad a ese acuerdo, el rey hitita Shubiluliuma I comenzó una serie de acciones contra Mittani sin que los faraones Tutmosis III y Amenofis II reaccionaron. Shaushtatar, rey de Mittani, temiendo una guerra en dos frentes contra hititas y egipcios, ofreció a estos últimos un tratado de paz que fue aceptado y posteriormente reforzado cuando Amenofis III y Taduhepa, hija del siguiente rey mitano, Artatama I, se casaron. Las fronteras entre territorios sometidos a las influencias egipcias y mitanas se definieron aunque Hatti ambicionaba las tierras sirias repartidas entre ellos. El reino de Amurru, el valle del río Eleuteros y las ciudades de Qadesh (que eran dos: una nueva, sobre un promontorio, y una antigua cerca a la otra, en terreno llano) fueron cedidos a Egipto por Mittani, beneficiándose esta con la renuncia egipcia a territorios mittanos conquistados por Tutmosis I y Tutmosis III.

En tiempos del faraón Amenofis III el reino de los amurru o amorreos, de manera paulatina y ante la indiferencia egipcia, se adueñó del territorio comprendido entre el Mediterráneo y el río Orontes, atacando posteriormente a Mittani. Pero Nittani les venció y ocupó su reino y provocando que Egipto mandase fuerzas para rein-tegrar el reino de los amurru en su área de influencia, acabandose así con los más de dos siglos de paz entre Egipto y Mittani, sucediendose nuevos conflictos entre ambos.

Entonces, Shubiluliuma I el Grande, nuevo rey de Hatti, ataca a Mittani y le arrebata
territorios en la que se conoce como Primera Guerra Siria. En la segunda, Mittani intenta recuperarlos siendo totalmente destruida por Hatti. El faraón Amenofis IV, conocido como Ake-natón, no reaccionó y continuó la expansión hitita que conquistó lugares como Ugarit y Qadesh.

Tras un período de incertidumbre, Qadesh queda de nuevo nominalmente bajo control egipcio, pero su nuevo rey Aitakama, no se comporta como un vasallo egipcio al pedir a otros Estados ayuda para atacar a la ciudad de Upe (también vasalla egipcia). Akenatón respondió ordenando a su vasallo Aziru, rey de Amurru, la lucha contra Qadesh y entegándole oro y pertrechos que utilizó no frente a Qadesh si no en su expansión con el apoyo de Hatti.

Aunque no ha sido probado se supone que Akenatón pudo mandar un ejército que fue destruido quedando la zona bajo influencia hitita. Al morir el faraón se sucede un período de inestabilidad en Egipto que dura más de 30 años hasta que Ramsés I y su hijo Seti centran su política exterior en la recuperación de los territorios perdidos, reincorporando temporalmente Qadesh, que volvería a caer bajo control hitita. Es en este contexto que Ramsés II, hijo de Seti I, decidió ponerse al frente de un gran ejército para exigir el juramento de lealtad del rey amorreo, Benteshina. El rey hitita Muwatallish, conocedor de los planes de Ramsés II y de que este necesitaba Qadesh si quería recuperar el control de Siria, comprendió que el vasallaje respecto de Egipto, de grado o por la fuerza, le haría perder el centro y norte de Siria. Pero los hititas tenían una ventaja respecto de años anteriores porque Mittani ya no existía y no podía ayudar a Egipto y la amenaza asiria a su este había desaparecido. Hatti estaba en mejores condiciones de las que nunca había estado para enfrentarse a Egipto y ambas potencias estaban decididas a enfrentarse en Qadesh para resolver quién controlaría Siria.

EJÉRCITOS ENFERENTADOS

Se estima que en Qadesh se pudieron enfrentar más de de 40.000 infantes y entre 2.500y 3.500 carros, por parte hitita, a 25.000 infantes o algo más y 2.500 carros, por parte egipcia.

Entre los antiguos egipcios la milicia raramente tuvo alta consideración y su ejército nunca fue numeroso ni destacó salvo en muy breves períodos. Es por ello que resultaba difícil reclutar tropas con levas obligatorias y fue necesario contar con mercenarios extranjeros, especialmente nubios y, en menor medida, libios y asiáticos. Hubo que esperar hasta el Imperio Nuevo para que Egipto tuviera, tras la dominación de los hicsos, un ejército regular aunque poco numeroso en el que siguieron abundando mercenarios extranjeros. En esa época, tanto el faraón como algunos nobles se rodearon de un pequeño grupo armado a modo de hueste. La invasión hicsa había sido posible, en parte, gracias al uso del carro de guerra. Este había sido desarrollado después de la domesticación del caballo y se había convertido en un arma extraodinaria adoptada por los egipcios.

El ejército egipcio se dividía en cuerpos de ejército o divisiones integrados por unos 5.000 hombres, 4.000 de ellos infantes y 1.000 aurigas tripulando 500 carros de guerra. La unidad básica de combate de infantería era una compañía de 50 hombres integrada en batallones de 250. En cada compañía se destinaban 25 carros y los había de tres tipos: de combate, los más pesados, y otros más ligeros y veloces, los dedicados a las comunicaciones y exploración.

Diversas armas egipcias El carro de combate se usaba para el ataque frontal a la infantería o para rodearla desbaratando así su orden de combate ya que contra los carros no había mucha posibilidad de defensa.

Cada cuerpo de ejército tenía veinte compañías y veinte oficiales superiores bajo el mando de un general. Los combatientes debían luchar por su reputación y por la defensa del faraón. Si lo hacían con honor se les otorgaba una especie de condecoración pero si mostraban cobardía o huían podían ser castigados o ejecutados, siendo en algunos casos los castigos extensibles hasta su familia. Los combatientes distinguidos recibían del faraón condecoraciones, bienes inmuebles, esclavos y otros bienes. Los mandos del ejército se nutrían de las familias más preeminentes que enviaban a sus hijos a una especie de academia militar cuando eran unos niños. Las armas utilizadas por los soldados de infantería, todas de bronce, eran lanzas, jabalinas, mazas, hachas de combate, espadas, sables curvos llamados kopesh, arcos sencillos y arcos de doble curvatura de origen hitita. Para su protección dispo-
nían de escudos de madera, cuero curtido o caña trenzada pero carecían de armaduras, cotas de malla o casco. Durante la dinastía XVIII se introdujo el arco triangular, más fácil de manejar y de fabricar que los anteriores, capaz de atravesar armaduras.
Para enfrentarse al ejército hitita, posiblemente superior al egipcio hasta ese momento, este último debió asumir un esfuerzo para modernizarse y mejorar su armamento: adoptó el arco compuesto (que requería dos años para terminar su fabricación) y la espada llamada kopish, un eficaz modelo que servía para apuñalar como y cortar; y mejoró las hachas y los carros de combate, haciéndolos más livianos que los hititas y desplazando su eje hacia atrás para darles más maniobrabilidad; esta ventaja de maniobrabilidad permitía una tripulación de sólo dos personas (auriga y arquero) frente a los tres de los más pesados carros hititas.

Los hititas destacaron por el uso del carro de combate y desarrollaron un diseño con ruedas más ligeras y cuatro radios, en lugar de ocho, capaz de transportar a tres guerreros en vez de dos. Poseían hachas de penetración y espadas rectas de bronce, posiblemente modelos indoeuropeos, y arcos compuestos.

LA BATALLA

Muwattali, el rey hitita, organizó una gran coalición contra Egipto en la que participaron más de una quincena de Estados. La batalla tendría lugar estaba cerca de sus bases lo que significaba una ventaja estratégica y a su favor también estaba una acción diplomática continuada a lo largo de muchos años. Egipto había perdido amigos y aliados y debía proyectar sus fuerzas a un lugar lejano atravesando Cannan y Fenicia. Durante su progresión, pudo contactar con los “nearin”, fuerzas integradas por soldados asiáticos al servicio de Egipto que esperaban esta-cionados en las costas de Amurru, y les ordenó dirigirse hacia el interior para coincidir con sus cuatro cuerpos de ejército (o divisiones) en Kadesh.

La vanguardia egipcia capturó a dos miembros de la tribu de los Ahasu que informaron al faraón de que el rey hitita, temeroso del combate, y su ejército estaban en Alepo, unos 200 kilómetros al norte. Confiado, Ramsés II cruzó el Orontes por el vado de Shaltuna y, una vez en el margen oeste, avanzó al frente del cuerpo de ejército Amón mientras que los de Ra, Ptah y Sutekh se man-tenían retrasadas. El cuerpo de ejército Amón bajo las órdenes de Ramsés II instaló su cam-pamento al oeste de Kadesh en espera de que convergiese el resto de sus fuerzas y atacar con ellas la ciudad, levantada sobre un promontorio convertido casi en una isla. Pero las fuerzas hititas no estaban en Alepo si no emboscadas al este de Kadesh en espera de una ocasión propicia para atacar a las egipcias. El interrogatorio de dos soldados hititas permitió a los egipcios comprender lo compro-metido de su situación, por lo que Ramsés II, compro-bando que el cuerpo de ejército Ra se acercaba al campamento, ordenó acudir en busca del de Ptah. Pero Muwattali ordenó a sus carros cruzar el Orontes y atacar de flanco a la división Ra mientras se desplazaba en orden de marcha sin adivinar el peligro, quedando arrollada
y llevando en su huida el pánico al cuerpo de ejército Amón, cuyo campamento quedó destrozado por el avance hitita. Pareciendo todo perdido, la situación se inclinó del lado de Ramsés II cuando sus enemigos de se dedicaron al saqueo porque con ello le permitió reorganizar sus fuerzas y lanzarse al combate montando su carro y animando a sus tropas con el ejemplo. Esta reacción, coincidiendo con la aparición de los “nearin” desde el este, hizo retirarse a los hititas hacia el sur. Ramsés II, reuniendo sus fuerzas, se lanzó contra los hititas, que no pudieron resistir el asalto y retrocedieron hacia el río. Un segunda oleada de carros hititas intentó cambiar la situación pero fue rechazada. Muwattali, desde el otro lado del río, no hizo intervenir a su infantería y Ramsés II quedó dueño del campo de batalla. Al final de la acción llegó el cuerpo de ejército Ptah que intervino en los últimos combates. Parece ser que al día siguiente se produjo un nuevo enfrentamiento entre los ejércitos enemigos sin que fuera decisivo. Los hititas, habían perdido muchos carros y su infantería, aunque más numerosa que la egipcia, había sufrido más en el combate y era menos disciplinada. Igualmente, habían perdido al hermano del rey y numerosos jefes. Muwattali habría ofrecido la paz a un Ramsés II consciente de la imposibilidad egipcia de explotar la victoria que habría aceptado el cese de las hostilidades, que no la paz, y el regreso a Egipto.

CONSECUENCIAS DE LA BATALLA

Ya se ha comentado que la batalla acabó en empate pero sin duda favoreció al bando hitita ya que conservó Kadesh y ocupó el reino de Amurrú así como Upi (Damasco). Pero en los años siguientes, los hititas no fueron capaces de enfrentarse a los egipcios y Ramsés II aseguró Canaan y Fenicia, recuperó Upi y conquistó algunas ciudades hititas. Años más tarde, la irrupción de Asiria hizo que el rey hitita Hattusil III pidiera ayuda de Ramsés II.

Posiblemente, Egipto habría evitado su desgaste y el fortalecimiento de Hatti de haber jugado la baza militar y diplomática en los decenios anteriores a Qadesh apoyando y manteniendo a Mittani como aliado en vez de dejarle sucumbir frente a los hititas. Cuando tuvo lugar el choque entre Egito y Hatti, la posición estratégica y diplomática de esta última era superior a la egipcia.

Las cambiantes circunstancias del mundo mesopotámico antiguo con el ascenso de Asirio consolidó a Egipto frente a Hatti en vísperas de la aparición de los Pueblos del Mar, pero la posición egipcia en la zona había quedado gravemente deteriorada.

Gonzalo Antonio Gil del Águila
31/10/10

LA TEORÍA DEL DOMINÓ EN EL SUDESTE ASIÁTICO

0 comentarios
La Teoría del dominó o del efecto bola de nieve plantea que si un país bascula hacia un sistema político puede terminar arrastrando hacia él a otros vecinos. Esto se observó en Europa como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial cuando diversos países adoptaron voluntariamente (España, Hungría o Rumania) o por la fuerza (Francia de Vichy, Noruega o Países Bajos) regímenes pro-nazis o pro-fascitas. Lo mismo se comprobó cuando, tras la derrota alemana, diversos países de la Europa oriental adoptaron regímenes comunistas (Albania, Alemania oriental, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania o Yugoslavia) y existió una presión armada con apoyo soviético en otros a favor de su implantación (China, Grecia). Suele decirse que John Foster Dulles y la Doctrina Truman mantenían que el comunismo se implantaría mundialmente de no poner freno a su paulatina expansión.

Al comenzar la Guerra de Vietnam, el comunismo se había consolidado en China continental tras el triunfo comunista en la revolución (1949) manteniéndose un remedo de Gobierno nacionalista en Formosa (Taiwán). Una vez consolidado un bloque comunista con fronteras comunes entre China y la URSS era previsible su proyección tal y como había demostrado su implantación en Europa oriental (gracias a la segunda) o el apoyo de la China comunista a Corea del Norte durante la Guerra de Corea (1950-1953) y las presiones chinas en el sudeste asiático, el Mar de China o la India.

Tras la derrota francesa y la firma de los Acuerdos de Ginebra en 1954, de sus posesiones en Indochina surgen cuatro nuevos Estados: Camboya, Laos, Vietnam del Norte y Vietnam del Sur. De todos ellos, el único comunista era Vietnam del Norte mientras los demás eran pro-occidentales. Estos nuevos Estados heredaban conflictos antiguos que les enfrentaban desde antes de la colonización francesa, eran productores de importantes materias primas y ofrecían un potencial soporte estratégico avanzado para fuerzas aeronavales chinas o soviéticas.

Sintiendo los Estados Unidos que el comunismo avanzaba a costa del resto del mundo, sus estrategas y políticos plantean que si Vietnam del Sur cae en su órbita también lo harán Camboya y Laos con posibilidad de expansión a otros países limítrofes. Pero ese temor se hacía más grande cando se comprobó que durante el conflicto las fuerzas norvietnamitas atravesaban territorios del sur siguiendo la denominada ruta de Ruta Ho Chi Minh, demasiado cerca de la frontera de Laos, país a cuyo Gobierno hostigaban mientras Estados Unidos apoyaba y en cuyo territorio entraron fuerzas de Vietnam Norte. Laos terminó convirtiéndose en un país supeditado a Vietnam del Norte hasta que fue invadido por él en 1979.

En Camboya, los guerrilleros comunistas conocidos como Kmeres Rojos luchaban contra el Gobierno y cuando Estados Unidos entró en el país en 1971 se enajenó las simpatías de gran parte de la población que apoyó a los comunistas. Durante el gobierno los Kmeres Rojos (1975 a 1979) tuvo lugar el conocido como “genocidio camboyano” que costó la vida a quizás hasta tres millones de personas (un tercio de la población del país). En 2006 se constituyó un Tribunal internacional que en 2007 comenzó un juicio, aun no concluido. La caída del Gobierno de los Kmeres Rojos en 1979 se debió a la invasión de Camboya por Vietnam (ya reunificado bajo Gobierno comunista) obligándoles a convertirse en una guerrilla aliada a China y, paradójicamente, los Estados Unidos.

El 30 de abril de 1975 Saigón, capital de Vietnam del Sur, fue tomada por fuerzas nortvietnamitas después de que los Estados Unidos se hubiesen apartado del conflicto procurando su “vietnificación”. A partir de entonces, establecidos en Camboya, Laos y Vietnam regímenes comunistas, el único Estado pro-occidental en la zona era Tailandia, país que en 1967, junto a Filipinas, Malasia y Singapur constituyó la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), organización a la que en 1984 se unió Brunéi. Su objetivo inicial era el de promover el desarrollo conjunto pero la presión de un Vietnam unido en torno a un régimen comunista hizo que adoptase un marcado carácter defensivo.

La presión comunista trató de ser frenada, además, por medio de la política exterior estadounidense ya que el Gobierno de Ford fortaleció la cooperación con la China popular generándose así una especie de equilibrio contra el predominio soviético que pudo favorecer que en 1979 el Ejército chino atacase a un Vietnam pro-soviético para ayudar a los kmeres rojos.

Los hechos dieron la razón a la teoría del dominó y puede pensarse que de no haberse aislado la expansión de un Vietnam comunista por medio de la ASEAN y la cooperación que Estados Unidos ofreció a la China popular, otros países, posiblemente Tailandia el primero, habrían basculado hacia el bloque comunista.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

31/10/10

DIEN BIEN PHU

0 comentarios
Entre los días 20 y 22 de noviembre de 1953 se llevó a cabo la “Operación Castor" consistente en la ocupación de Dien Bien Phu por fuerzas paracaidistas francesas de una amplia zona llana en el fondo de un valle a la que se le dio el nombre de cubeta. Las posiciones altas no fueron ocupadas, lo que se revelaría un error fatal. El Mando francés esperaba con esta operación imponer al Vietminh una solución negociada al conflicto de Indochina. La posición, aislada por tierra de las líneas francesas, sólo podía ser abastecida por aire y se pensaba que contra ella se estrellarían los ataques enemigos olvidando el precedente de una Lutwafe incapaz de aprovisionar a las fuerzas alemanas cercadas en la bolsa de Stalingtrado. Los franceses subestimaron la capacidad enemiga (especialmente el lo referente a concentración y capacidad artilleras) y escogieron una posición de mala defensa (el fondo de un valle dominado por montañas).

La “Operación Castor” se llevó a cabo a cambio de 16 muertos y 47 heridos franceses frente a 115 muertos y 4 heridos capturados del Vietminh. Para la noche del 22 de noviembre los franceses habían trasladado a unos 4.200 hombres consolidando la zona de desembarco. Tras ello, comenzaron los trabajos de fortificación y mejora del estado de la pista de aterrizaje, favoreciendo estos últimos la arribada de tropas no paracaidistas y 10 carros de combate M24 Chafee desarmados para ser montados. Los trabajos de fortificación construyeron centros de resistencia con nombres de mujer: Anne-Marie, Beatrice, Claudine, Dominique, Eliane, Françoise, Gabrielle, Huguette, Isabelle y Junon. Incrementados más tarde con otro 6 km al sur de Dien Bien Phu, con un pequeño campo de aviación.

El patrullaje francés en la periferia del perímetro se mantiene hasta que en el mes de diciembre son rechazadas en varios encuentros cada vez más costosos que demuestran cómo el Vietminh había consolidaba sus posiciones y tomado las alturas. Mientras tanto, había creado o mejorado carreteras desplazado a la zona decenas de miles de obreros que mantenían esas infraestructuras viarias reparando los daños producidos por la aviación francesa y asegurado el apoyo de China, cuya frontera no se encontraba muy lejos. Asimismo instaló cañones y morteros en las montañas que dominaban a la cubeta con los cuales llegó a lanzar 200.000 disparos sobre los sitiados empleando 20 cañones de 105 mm, 20 cañones de 75 mm y gran número de morteros y cañones sin retroceso, sumando posteriormente más recursos artilleros, especialmente los lanzacohetes “órganos de Stalin”. Los franceses, desde posiciones inferiores, no podían localizar el asentamiento de las piezas enemigas y organizar un adecuado fuego de contrabatería por lo que debían confiar exclusivamente en su aviación, la cual había de afrontar un cada vez más denso sistema de defensa antiaérea que contó al menos con 80 piezas de 37 mm y 100 ametralladoras de 12,70. Al comienzo del ataque, el Vietminh disponía de 33 batallones de infantería, posiblemente unos 100.000 hombres, frente a los 12.000 franceses que defendían las posiciones de Dien Bien Phu.

La batalla propiamente dicha comenzó el sábado 13 de marzo y se prolongó hasta el 8 de mayo de 1954. La noche del 13 tuvo lugar el primer ataque después de una intensa preparación artillera que se centró especialmente sobre Beatrice y Gabrielle. Tras algunas horas de combate, Beatrice fue conquistada por el Vietminh. La noche del 14 se repitió el ataque contra Gabrielle y culminó con su conquista y rechazo de un intento de contraataque francés. El último avión que despegó de la cubeta lo hizo el 26 y, desde entonces, las fuerzas francesas sólo fueron reforzadas con paracaidistas y abastecidas por medio de lanzamientos. El Vietminh construyó progresivamente una red de trincheras que le permitió infiltrarse en la cubeta y aislar los centros de resistencia. El 28, contando con refuerzos que acababan de ser lanzados en los días anteriores, tuvo lugar una eficaz acción ofensiva francesa al oeste de Dien Bien Phu. A cambio de 20 muertos y 76 heridos infringió al enemigo, respectivamente, 350 y 1.000. Pero se trató de una victoria aislada. El 30, después de una intensa preparación artillera, el Vietminh conquistó parte de las posiciones de Dominique y Eliane, que recuperada al día siguiente por las fuerzas francesas fue nuevamente abandonada por ellas. Mientras tanto, el Vietminh atacaba las posiciones de la Huguette desde las que se protegía el extremo norte del terreno de aviación.
El lado francés, previendo el desastre, buscó prolongar la resistencia el mayor tiempo posible para poder usarlo como baza en la conferencia de Ginebra que había comenzado el 26 de abril. El 6 de mayo, día de buen tiempo, se hizo realizó un gran lanzamiento de pertrechos a favor de los asediados (aunque gran parte cayó en campo del Vietminh) así como una gran intervención aérea con 47 bombarderos B-26, 18 Corsairs, 26 Bearcat, 16 Helldiver y 5 Privateer. Cuando la fuerza aérea abandonó la zona tuvo lugar un intenso ataque artillero por parte del Vietminh, que a las 10 de la mañana del 7 ocupó Eliane y casi todo el sector este del Nam Youm.
Ante la derrota, restos de las fuerzas francesas pretendieron llevar a cabo la Operación “Albatros” consistente en una salida hacia el sur que se intentó la noche del 7 al 8. Pero, interceptada, sólo algunos lograran atravesar las líneas enemigas y llegar a posiciones francesas. Mientras tanto, durante la madrugada del 8, Isabelle cayó.

Desde su llegada, el 20 de noviembre, hasta la víspera del ataque Vietminh, el 12 de marzo de 1954, los franceses tuvieron 151 muertos, 798 heridos y 88 desaparecidos. Entre el 20 de noviembre de 1953 y el 7/8 de mayo de 1954 habían desplazado 17 batallones que integraban más de 15.700 hombres. El 7 de mayo de 1954 sus fuerzas ascendían a más de 11.700, entre los que había más de 4.400 heridos, habiendo tenido menos de 2.300 muertos. La fuerza aérea francesa perdió 48 aviones (28 abatidos en vuelo y 20 en tierra), tuvo daños en otros 167 y perdió 2 helicópteros abatidos. En la batalla intervinieron 120 aviones de transporte y unos 230 aviones de caza y bombarderos más un número no determinado de aviones tripulados por civiles.
El Vietminh empleó algo más de 100.000 hombres y buscó el desgaste del enemigo en una batalla terrestre que prefería los ataques nocturnos para evitar la acción de la aviación enemiga. Se estima que tuvo unos 8.000 y unos 15.000 heridos.

Gonzalo Antonio Gil del Águila

Octubre de 2010