MI ABUELO

Estas líneas prácticamente reproducen las que mi tía Eva dirigió en julio de 2010 a quienes estaban preparando una recopilación histórica sobre los represaliados de Trebujena como consecuencia de la Guerra Civil de 1936. Quiero con ello rendir un pequeño homenaje a personas como mi abuelo, Antonio del Águila Marín.

Mi abuelo nació en Trebujena (Cádiz) el 6 de abril de 1914. El Alzamiento de 1936 le sorprendió prestando el servicio militar en el Regimiento Lepanto nº 2 en Granada. Pocos días antes unas octavillas con propaganda anarquista habían aparecido en el acuartelamiento y, como se sabía que era cenetista, se le consideró responsable y el 26 de julio fue arrestado. De los más de 70 que estuvieron arrestados se fusiló a unos 60 en los días siguientes. Antes de que pasara un mes fue internado en los calabozos del acuartelamiento donde estaría 45 días hasta que se le envío desarmado al frente en la zona de Pinos Puente (Granada) junto a otros militares sospechosos de ser desafectos a la sublevación. En este lugar consiguió entablar relación con vecinos del pueblo y estos le indicaron cómo podría atravesar las líneas.

Una vez que tuvo la certeza de cómo pasar a la zona republicana se lo comentó a sus compañeros pero de unos 50 sólo 5 decidieron acompañarle. Así, el 4 de diciembre de 1936 -día de Santa Bárbara, patrona de Artillería- se apoderan de seis mosquetones, 150 cartuchos cada uno, un fusil ametrallador "de petaca" y dos docenas de bombas de mano. El 7 de diciembre, después de haber vagado por los campos, toparon con elementos de la caballería republicana en la zona de Martos. Recuerdo, siendo yo muy niño, un encuentro al que asistí entre mi abuelo y un compañero de aquella aventura llamado Mariano. A pesar de los años viene a mi memoria el afecto y emoción con que se hablaron. Y que en una conversación con mi abuelo varios años más tarde me rememoró la preocupación que tuvieron al ver los jinetes y pensar que podía tratarse de la caballería mora al servicio de Franco.

Durante la guerra mi abuelo fue ascendido a cabo y, en 1938, a sargento aunque ejerció de teniente. Cuando la República se desmoronó él estaba en la zona de Toledo. Intentando alcanzar Valencia para huir por mar fue apresado en Moriscote (Albacete) donde le dieron una brutal paliza de la que sobrevivió sólo gracias a su juventud y fortaleza física. Un capitán médico al que golpearon y encerraron junto a él murió consecuencia de los golpes. Fue trasladado a Albacete donde permaneció 14 días en una enfermería y posteriormente conducido a Granada donde se le juzgó por deserción y condenó a muerte. La pena de muerte se conmutó por la de treinta años y un día de prisión.

Trasladado al penal de Astorga (León) estuvo ocho meses durante los que perdió 26 kg debido al hambre, las malas condiciones de internamiento, las humillaciones y el maltrato. De Astorga le llevaron al penal del Puerto de Santa María (Cádiz) empleando 24 días en el desplazamiento. Gracias a la mayor cercanía a Trebujena pueden visitarle sus padres. Pero cuando le ven no son capaces de reconocerle debido al mal estado en que se encuentra. Afortunadamente, en este penal el trato no es tan cruel y se le destina al almacén donde comienza a redimir pena con el trabajo. Fue puesto en libertad condicional en diciembre de 1942 y fijó su residencia en Trebujena donde poco después se casó con Paca, mi abuela. De esta unión nacieron sus hijas, África (mi madre) y Eva (mi tía).

En un principio mi abuelo debía presentarse todas las noches en el cuartel de la Guardia Civil donde estaba expuesto a los castigos y humillaciones que quisieran causarle. Me comentó que los malos tratos dependían del estado de ánimo de los guardias civiles o de las denuncias que hubieran podido hacerse por cualquier cosa con la que él nada tuviese que ver. Aunque esta situación fue suavizándose con el tiempo al dejar de obligársele a acudir todas las noches al cuartel, él seguía teniendo que pedir salvoconducto cada vez que necesitaba salir del pueblo, continuaba expuesto a las extralimitaciones de los miembros de la Guardia Civil y vivía bajo un régimen que le trataba como ciudadano sin derechos. Además tenía que convivir con aquellos que se pavoneaban de haber matado a su hermano José y a varios de sus amigos y de haber cometido innumerables crímenes y fechorías. Y también sufría por saber que a su hermano Rafael, con dieciocho años, le fusilaron cuando intentaba pasar al bando republicano al igual que él había hecho. En esa España de posguerra, miseria y represión se le hacía imposible vivir a un hombre como él, joven, vital y amante de la libertad. Así que decidió escapar de la cárcel que era España.

Un amigo le proporcionó documentación falsa y gracias a ella se marchó en enero de 1953 a Tánger (Marruecos). Esta era una ciudad que aun mantenía el estatuto de zona internacional y en la que las autoridades franquistas no podían ejercer su poder de la misma forma que en territorio nacional. Una vez en ella, a pesar de los múltiples obstáculos, pudo empezar una vida dura y difícil pero en libertad. Después de haber tenido muchos trabajos y superar penalidades abrió una zapatería en la Mensalah (o “barrio moruno” como decían los españoles) y trabajó en la rotativa del Diario España. A la familia le consta que siempre fue apreciado por todos y que nunca decayeron sus inquietudes políticas y sindicales.

El precario equilibrio material que había alcanzado la familia se perdió cuando Tánger fue integrado en el reino de Marruecos y los extranjeros comenzaron a ser expulsados. No podía volver a España, donde temía ser detenido y encarcelado, y no podía emigrar porque el Gobierno español no le habría concedido pasaporte. Pero, dispuesto a salir adelante y tras malvender las escasas posesiones que tenía la familia, en julio de 1962 se hizo con un pasaje como turista en un barco con destino a Marsella (Francia).

Una vez llegó a Francia se trasladó a Troyes, una ciudad del noreste donde trabajaban en la construcción Dalmacio y Custodio, sus dos hermanos menores, y encontró trabajo como peón de albañil. Mientras tanto, su mujer y sus hijas habían vuelto a Trebujena donde contaron con el apoyo de la familia en espera de que las cosas se arreglaran. Al cabo de 6 meses pudieron ir a Francia y comenzar una nueva vida de desarraigados. Pasó el tiempo y murieron su madre y su padre, y crecieron sus hermanos y sobrinos, y se hicieron mayores sus amigos. A ninguno de ellos había podido verles desde la huida a Tánger hasta que, en agosto de 1967 y tras un indulto concedido por el Gobierno de Franco, visitó Trebujena. Le esperaban familia y amigos, para quienes era un héroe. Su padre había muerto sólo un mes y medio antes. De entre aquellos amigos se ha oído años después en mi casa los nombres de “Manolo Martin” y “don Antonio”, de apellidos Mesa Jarén. Vuelto a Francia siguió tirando para adelante esperando que Franco muriese antes que él. Mi madre, África, se casó con mi padre José, un granadino emigrado a Francia en busca de mejor fortuna hijo de una familia de derechas. Yo, su primer nieto, nací en 1969. Y en 1971 mis padres se trasladaron a Granada, la misma localidad en que la guerra sorprendió a mi abuelo. En 1976 sufrió un infarto que lo tuvo ingresado casi tres meses en una UVI de Paris. Recuerdo que ese verano fuimos allí mis padres, mi hermano José David, nacido en 1972 en Granada, y yo. ¡Qué moderna, ordenada y respetuosa me pareció esa ciudad de provincias frente a nuestra rancia España de aquella época!

Una vez repuesto decidió que la vida que le quedase deseaba vivirla en España. Y en mayo de 1977 mis abuelos y mi tía Eva se mudaron a Granada. ¡Otra vez Granada! Recuerdo a mi abuelo en Granada como un hombre noble y honrado, agotado y cansado por una vida llena de penalidades, aunque sin odio. Mientras vivió con mis padres en la calle Molinos acudía al cercano local de la CNT-FAI. Y, por extrañas ironías de la vida, este local se encontraba frente al colegio, entonces llamado de la División Azul, que tras la guerra fue uno de los centros en que él estuvo preso. En 1979 mi tía Eva tuvo a su hija Alicia (10 años más tarde tendría a Daniel). Mi abuela murió en 1980 sin que ambos hubieran podido disfrutar juntos de tantas cosas que nunca pudieron tener. ¡Cuánto me hubiese gustado verles vivir más! Para mi abuelo fue una gran satisfacción vernos crecer a sus nietos; establecerse la democracia en España; la victoria del PSOE en octubre de 1982; y que se reconociera su esfuerzo, y el de los militares republicanos, por medio de la Ley 37/1984, de 22 de octubre, de reconocimiento de derechos y servicios prestados a quienes durante la guerra civil formaron parte de las Fuerzas Armadas, Fuerzas de Orden Público y Cuerpo de Carabineros de la República.

La salud de mi abuelo estaba quebrada y fue intervenido de cáncer de pulmón en 1985. Falleció el 1 de mayo de 1987, una fecha tan emotiva para él mientras yo me encontraba de guardia al prestar mi servicio militar. De esta manera, con una innegable carga simbólica, se cerraba en Granada un ciclo comenzado casi 51 años antes cuando él, que había venido a prestar su servicio militar en esta ciudad, se encontró con una guerra.

Un día le vi afectado. No quiso decirme qué le pasaba, pero pregunté y me respondió que se sentía mal porque se había encontrado por la calle con alguien que le había torturado. No quiso dar más detalles. Durante el verano de 1985 acudí a menudo a verle a casa de mi tía, donde él vivía entonces. Le preguntaba y me contaba cosas de su juventud y la guerra. Nunca le oí hablar con odio ni tener una mala palabra hacia quienes tanto daño le habían causado. Su expresión y comportamiento eran los de un hombre santo que había tenido una vida áspera sin perder sus ilusiones ni su bondad.

Gonzalo Antonio Gil del Águila
23/12/10

2 comentarios :: MI ABUELO

  1. Hola Gonzalo, con qué ternura has contado algo tan duro.
    El relato es magnífico.
    Seguro que tu abuelo como muchos otros fue un hombre cargado de vivencias y algunas no muy gratas, sobre aquella época y aún así conservó su bondad.
    Un abrazo

  2. Hola Gonzalo!!! Aunque no nos conocemos, somos familia. Me llamo Paloma y soy nieta de Dalmacio, el hermano de tu abuelo al que mencionas en esta entrada. La verdad es que me he emocionado leyendo, ya que, aunque conocía parte de la historia gracias a que mi abuelo se lo contó muchas veces a mi madre y ella a mí, no sabía todos los detalles. Sólo pensar lo duro que fueron aquellos momentos para nuestra familia, se me pone el vello de punta. Sobretodo recordando a nuestros abuelos, ya que en numerosas ocasiones escuché a mi abuelo Dalmacio decir lo mucho que quería a su hermano Antonio. En fin, una grata sorpresa encontrar este blog cuando estaba navegando por la red sin buscar algo concreto. Casualidad??? No lo creo. ;)