EL ARBITRAJE
Ambas partes habían convenido someterse a arbitraje y aguardaban el laudo. Entre tanto, la carrera del sol seguía su curso, impasible frente al odio alojado en los corazones de todos menos uno. Este vivía en la tierra, como los demás, pero tenía su espíritu en el cielo junto al sol. Pudiéndose haber impuesto sin esfuerzo prefirió discutir en derecho por convicción. La nómina de los dolientes era inmensa y el árbitro comprendió que en esa querella la razón asistía al poderoso y no a la masa. Pero el árbitro se sintió hermanado con la tierra por el odio a un sol distante. Pasó el momento de la justicia igual que la estación cálida cede ante la fría, el solitario fue proscrito y la tierra se dio a los débiles.
Gonzalo Antonio Gil del Águila
2009
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sábado, 25 de diciembre de 2010
20:09
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Reconfortante,...
Julia
25 de enero de 2011, 13:47