Unido a otras mujeres y a Aixa, con la cual engendró a Boabdil, el Rey Muley Hacén, del que se dice dió nombre a una montaña de Sierra Nevada y se enamoró de la bella cristiana Isabel de Solís haciéndola Reina y su esposa favorita, reinaba cuando las fuerzas cristianas entraron en Alhama en 1.482. Cuenta el romance que “paseábase el rey moro / por la ciudad de Granada / desde la puerta de Elvira / hasta la de Vivarrambla” cuando “cartas le fueron venidas” por las que supo “que Alhama era ganada. / Las cartas echó en el fuego / y al mensajero” mató. Tras congregar a los suyos sufrió la amonestación de “un alfaquí / de barba crecida y cana” el cual le dijo “bien se te emplea, buen rey, buen rey, bien se te empleara (…) Mataste los Bencerrajes, /que eran la flor de Granada, / cogiste los tornadizos / de Córdoba la nombrada (… ) Por eso mereces, rey,/ una pena muy doblada: / que te pierdas tú y el reino, / y aquí se pierda Granada”.
En 1.974 se popularizó la canción “Llorando por Granada” del grupo musical “Los Puntos” según la cual “en las noches cuando hay luna en las murallas alguien habla. / Nadie quiere ir en la oscuridad / todos dicen que de noche está la Alhambra embrujada / por el moro de Granada”. La figura romántica y desgarrada del espectro vagando por el recinto de La Alhambra, que suele asociarse a Boabdil, el último Rey moro de Granada, recuerda quizás la aparición del fallecido padre de Hamlet en el castillo de Elsinor aunque se diferencia de este, entre otras cosas, por no pedir venganza, quién sabe si acaso por asumir como propias la responsabilidad de la derrota y la necesidad de expiación.
A pesar de “que su alma está encantada por perder un día Granada” podemos pensar que el moro de Granada no llora por la noche su derrota - cosa que según la tradición hiciera Boabdil en el paraje conocido desde entonces como el “Suspiro del Moro“ recibiendo la recriminación de su madre Aixa -, si no alejarse contra su voluntad de la ciudad de Granada y su perla La Alhambra perdiendo el goce de su deleite. Y tanto es el dolor de quien llora que parece que su alma ha viajado desde lejos para llorar amargamente o que no habiendo podido volver tras la muerte es el dolor que quedó en La Alhambra el que se manifiesta por medio de una forma espectral. Y si en vez de ser el dolor depositado en el lugar fuera el alma que ha regresado quien se manifiesta, esta quizás no lloraría por haber vuelto si no tal vez por no poder sentir lo presente con la plenitud que experimentó en vida.
Dejando para otro momento las elucubraciones sobre la vida ultraterrana y sus manifestaciones, ¿quién será el moro que llora? Casi todos piensan que es Boabdil, aquel que arrebató el trono a su padre Muley Hacén y luchó contra su tío El Zagal por conservarlo debiendo partir al destierro tras la victoria de los Reyes Católicos y su entrada en la ciudad diez años después de la Toma de Alhama. Pero, ¿no podría referirse también a Muley Hacén que fue expulsado de Granada por su propio hijo Boabdil, ese Muley Hacén cuyo nombre perdura en Sierra Nevada? ¿O a El Zagal, hermano de Muley Hacén y tío de Boabdil? ¿O a Zawi ben Zirí, aquel que moriría envenenado en Argel en 1.019 después de que en 1.013 ó 1.012, junto con los suyos, dejase Medina Elvira asentándose en lo que hoy conocemos como el barrio del Albaicín de Granada, ese mismo Zawi ben Zirí que propició la creación de lo que sería el Reino de Granada? ¿O a alguno de los Abencerrajes masacrados en La Alhambra que inspirarían la obra de Ginés de Hyta, posible morisco asimilado que luchó en el bando cristiano durante la rebelión de La Alpujarra? ¿O de los moriscos que se sublevaron contra la monarquía hispánica en 1.500 ó 1.568? ¿De los expulsados del Reino tras esas rebeliones? ¿De los expulsados de España en 1.609? ¿O a todos ellos? ¿O más bien a todos los que, con independencia de su condición, en cualquier momento han perdido el disfrute del plácido vergel para ir a vivir su desierto en el destierro siendo que la imaginación vea en ese desterrado moro granadino, sea quien fuere, un arquetipo universal y atemporal relacionado con el mito de la expulsión del Paraíso Universal? Quizás mucho de esto quede en la conciencia colectiva y se refleje cuando la canción dice que él llora “cuando el sol se va” y “se le escucha hablar paseando su amargura por la Alhambra / recordando y llorando por Granada”. Así Granada y los mitos de su historia pasan a ser un símbolo universal.
Para terminar estas líneas y volviendo al misterio de la presencia espectral, he de decir que son varias las noches en que he paseado por el recinto de La Alhambra sin encontrarme ese alma en pena. Igualmente he hablado con gente que ha hecho vida allí sin que jamás se me refiera haberse encontrado esa figura, pero habremos de fiarnos de la canción y contemplar la leyenda recordando las palabras dirigidas por Hamlet a Horacio: “hay más cosas en el cielo y en la tierra, que todas las que pueda soñar tu filosofía”. Si yo fuese Horacio pediría a mi filosofía soñar el mito de Granada.
Gonzalo Antonio Gil del Águila
Granada, 30 de Noviembre de 2007
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