LAPEZA PROCLAMA LA INDEPENDENCIA ESPAÑOLA

Pedro Antonio de Alarcón (1.833–1.891) nos describe al pueblo de Lapeza en armas esperando la llegada de los franceses. Su relato, de 1.859, bien sirve para reflejar el sentimiento de oposición que la presencia francesa encontró en amplios sectores de la población española. Como nos cuenta nuestro autor, “Los doscientos lapezeños toman las armas y se forman en batalla enfrente del Ayuntamiento” y ante el grito de los congregados de “-¡Viva el señor alcalde!”, este responde “-¡Qué alcalde ni qué cuerno! ¡Viva Dios! ¡Viva Lapeza! ¡Viva la independencia española!”. (…) “Una vez cambiado este saludo de guerra, su merced ordena a Jacinto que toque un largo redoble; llama a su lado al pregonero y, por boca de éste, que repite una a una y hasta media a media las palabras del caudillo, pronuncia la siguiente proclama, no escrita: «Por noticias del tío Piorno se ha sabido que el enemigo de la patria viene hoy a Lapeza a conquistarnos y robarnos los bienes; y nosotros con la bendición del señor cura, y el auxilio de nuestra santa patrona la Virgen del Rosario, vamos a defendernos como buenos españoles y a mostrar a la ciudad de Guadix, que si ella se ha entregado al francés, los vecinos de Lapeza saben morir, como murieron los vecinos de Madrid el día Dos de Mayo, o vencer, como vencieron los vecinos de Bailén hace dos años; y, en su virtud, el alcalde hace saber a estos vecinos que el que no perezca en el presente día defendiendo su casa, será declarado mal español y traidor a la patria, y morirá, como corresponde, colgado de una encina de la sierra. Y para que conste, no sabiendo firmar, lo hace su merced con la cruz que acostumbra, de que certifica el infrascrito. ¡Viva Dios! ¡Viva la Virgen! ¡Viva España! ¡Viva Fernando VII! ¡Muera Pepe Botellas! ¡Mueran los franceses! ¡Muera Godinot! ¡Mueran los traidores!».(…) “El cura bendecía y absolvía una vez más a sus animosos feligreses”, (…) “casi todas las mujeres rezaban en la iglesia; y en cuanto a los niños, habíase dispuesto aquella mañana mandarlos todos a lo alto de Sierra Nevada, a fin de que sus vidas no corriesen peligro, y pudieran servir, andando los años, para rechazar otra invasión extranjera”.

Gonzalo Antonio Gil del Águila
Granada, 8 de Julio de 2008

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