El Zen enseña que la iluminación se manifiesta en actividades que nos pueden resultar cotidianas o repetitivas como servir el té, arreglar flores, practicar artes marciales, pintar, diseñar jardines o practicar caligrafía. Por su parte, la maestría sólo se alcanza cuando consigue trascenderse el arte y convertirlo transformándose así en un "arte sin arte" que brota de lo más profundo del artista. Este valor fue explicado en Occidente por Eugen Herrigel (1.884-1.955), quien al regresar a Alemania escribió en 1.929 un relato titulado “Zen en el arte del tiro con arco” que cuenta su aprendizaje de casi 6 años en Japón con una Maestro arquero. Definió la práctica del tiro con arco como un ritual religioso de movimientos espontáneos libres de esfuerzo y carentes de propósito desarrollados con una fuerza no esforzada que consigue liberar la cuerda del arco sin intención haciendo que arco, flecha, objetivo y arquero se fundan. La esencia de este aprendizaje es, aun cuando nos puede resultar extraño, no pensar en lo que debe hacerse ni reflexionar en cómo hacerlo porque el tiro sólo se produce suavemente y con maestría cuando coge al arquero por sorpresa. Esto se explica porque el verdadero arte carece de propósito o fin determinado. Según palabras del Maestro arquero: "cuanto más obstinadamente trate de aprender a disparar la flecha para acertar el blanco, menos logrará lo primero y más se alejará de lo segundo. Lo que se interpone en su camino es el hecho de que usted posee una voluntad demasiado terca. Usted piensa que lo que no hace por sí mismo simplemente no sucede". Para esto hay que "aprender a esperar como es debido" (…) "dejándose ir, dejando atrás a usted mismo y todo lo suyo en forma tan decisiva que sólo quede de su persona una tensión sin objeto". Esto se logra en un estado "en el que no se piensa" en el que la "mente, inteligencia o espíritu está presente en todas partes pues no está arraigada en lugar alguno en especial y puede permanecer siempre presente". Es "de la plenitud de esta presencia del espíritu" que el artista, "libre de todo apego debe extraer su propio arte".
Tras años de entrenamiento Eugen Herrigel pregunta: "¿Soy yo quién tiende el arco o es el arco el que me tiende en el estado de mayor tensión? ¿Soy yo quién da en el blanco o el blanco el que da en mi?”, alcanzado en este momento la iluminación que la hace comprender la esencia del tiro con arco. La plenitud en la arquería y "en la pintura tradicional japonesa sólo puede lograrse cuando la mano, dueña ya de su técnica, ejecuta lo que ´ronda´ ante el ojo del pensamiento en el mismo instante que el pensamiento comienza a concebirlo, sin que medie entre ellos el grosor de un cabello. La pintura se convierte entonces en una caligrafía".
Gonzalo Antonio Gil del Águila
8 de Marzo de 2009
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